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Se dice que hay crisis de valores y ésta afecta tanto al contenido como a la aplicación de dichos valores en contextos cotidianos. Las personas (y entre ellos los y las jóvenes) sí tienen valores (es imposible no tenerlos) lo que ocurre es que en algunas ocasiones ellos mismos no lo saben y, en otras, sus acciones no guardan concordancia con los valores que verbalizan.
Conciliar el pensamiento con la acción, es el reto más importante al que nos enfrentamos en la educación en valores. Supone pararse a reflexionar sobre los actos. Ocurre que hoy en día es difícil tener esos instantes para reflexionar.
Superar el relativismo y el absolutismo moral
En ningún caso se trata de imponer valores, se pasó la época absolutista en la que no había lugar para la creación de morales alternativas. No se trata de hacer ver a quienes participan la verdad como única y verdadera, es preferible enseñar los porqués de los valores impuestos para que puedan juzgar (fomentar el juicio moral) entre varias opciones, eligiendo de manera responsable aquella que mejor se adapte a sus convicciones.
Tampoco se defiende el “todo vale” relativista. Desde esta concepción de la enseñanza de valores, se atisban carencias graves en la formación en toma de decisiones, ya que se justifica todo desde la racionalización, es decir, que da lugar a acciones asociales con justificaciones a posteriori y fomenta la no asunción de errores por parte de los y las participantes en el programa. Los usuarios y usuarias han de tener claro que tienen el derecho (y casi la obligación) de equivocarse, no tienen que crecer en una moralidad con miedo al conflicto, ya que es el conflicto la base del crecimiento moral del individuo y por ende de la sociedad.
Ser considerado como persona (niño, adolescente o adulto) es fundamental para hacer que ciertos aspectos que van a influir en su futuro jueguen a su favor, son aspectos tales como:
- Motivación e implicación.
- Aprendizaje.
- Responsabilidad y ejercicio de su capacidad de elección.
- Evolución y desarrollo.
- Conciencia de uno/a mismo/a.
- Autoconocimiento.
- Autoestima.
- Seguridad y confianza.
- Gestión emocional.
- Asunción de valores y compromiso tanto consigo mismo como con la sociedad.
En todo ente que conforma parte de una sociedad se persiguen una serie de objetivos y el logro de los mismos se basa en una forma de SER y de HACER, si bien cada organización tiene sus propios objetivos basados en su forma de entender el éxito para conformar una pequeña parte de un todo. Pero SER y HACER no es otra cosa que la aplicación de unos valores.
Elaborar un programa sobre valores es un proyecto que supone la reflexión personal de quienes lo realizan, y este hecho lo convierte en un programa con la enfermedad inevitable de la parcialidad. Supone además mirarse dentro para descifrar el significado y coherencia de las acciones cotidianas; descubrir que las conectan formas de actuar que llamaremos normas de comportamiento, que son guiadas por unos valores que responden a una moralidad propia de la cultura en la que estamos inevitablemente inmersos.
Los valores de una persona son elementos dinámicos que surgen para dar respuesta a la necesidad del individuo de adaptarse al medio en el que vive. Cuando decimos que nuestra sociedad carece de valores, incurrimos en el error de pensar que otras personas deberían tener los nuestros, quizás deberíamos decir que los valores que han adquirido responden a otras necesidades que se han creado y que resultan diferentes a las nuestras. En este caso, bajo este planteamiento, el programa determinará en primer lugar, las necesidades sociales que tienen los participantes que han llegado a adquirir unos valores que chocan con lo que la mayoría juzgamos como buenos para el conjunto de la sociedad, y en el caso que nos supone, los que la propia entidad ha establecido como imprescindibles para formar parte de este grupo.
Es difícil determinar qué valores son los que deben imperar dentro de una sociedad que responden al objetivo de informar de la existencia y de la utilidad social de los valores. A su vez, un programa en valores intentará extraer, de quien se reciba, estrategias para el uso social de los mismos, es decir que los y las participantes puedan tomar decisiones en sus actos cotidianos teniendo en cuenta lo que dichas acciones suponen dentro de su escala moral.